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El periodismo puede aportar en la construcción de memoria sacando las voces del silencio o el olvido

La construcción de memoria histórica se ha convertido en una forma de aportar a la verdad y la justicia, de esto al menos se refieren los periodistas de países que han vivido etapas de posconflicto o transición como es el caso de María Eugenia Ludueña, periodista y escritora de Argentina.


Para Ludueña, la memoria histórica realizada desde el periodismo debe ayudar a comprender lo que pasó, entender las dinámicas de cada proceso de transición y tal vez lo más importante, ser sensibles ante verdades que no deben quedar ocultas pese al paso de los tiempos.


María Eugenia, invitada como panelista al VIII Encuentro de Periodismo de Investigación, y quien ha escrito sobre las víctimas en Argentina, sugiere que para el abordaje de estos temas los periodistas deben preparar sus sentidos, aprender a escuchar y saber cuándo es el momento de callar, en este sentido entrega algunas recomendaciones y lecciones aprendidas en la siguiente entrevista concedida a Consejo de Redacción.


¿Cómo puede aportar el periodismo a la construcción de memoria histórica?


Contando lo que pasó a través de diferentes fuentes, sacando las voces del silencio y/o el olvido. Aportando información de contexto para comprender. Estructurando con sensibilidad, agilidad y recursos narrativos una buena historia, capaz de llegar a otros, que a su vez puedan identificarse, apropiársela entre sus memorias, entender el tema, su tiempo.


Hace un par de meses tuve el privilegio de participar de un taller de la Deutsche Welle Akademie y la Universidad de Antioquia sobre memoria. Durante dos semanas periodistas de América Latina intercambiamos experiencias y abordamos el tema desde diferentes enfoques. Judith Nieto, una académica, doctora en Ciencias Humanas, nos ayudó a conceptualizarlo. Ella decía que la construcción de memoria histórica se basa en la memoria colectiva. Y en la memoria colectiva se cruzan lo individual, lo social, lo político y lo moral. Creo que hacer memoria desde el periodismo tiene que ver con escuchar, investigar, documentar, estructurar y contar cada tema desde su propia musicalidad.


¿De qué forma han contribuido sus reportajes/libros para la historia de Argentina?


Quizás a seguir hablando de ciertos temas. El año pasado, Paul Auster estuvo en Buenos Aires invitado por la Universidad Nacional de San Martín. Y él decía: “Si uno quiere olvidar, no escribe. Así es como algo se entierra”. Escribir el libro sobre la historia de Laura Carlotto -la hija de Estela Barnes de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo- era una manera de reconstruir la historia de la hija que “pare” a la madre como una dirigente de derechos humanos. Conocer esa vida y ese momento histórico es entender por qué la secuestraron y la mataron. Pero también es una manera de no olvidar a Laura ni a sus compañeros (siempre me interesó que tuviera una dimensión política y colectiva). Contar cómo el terrorismo de estado le robó a su bebé recién nacido es una manera de que sigamos hablando de los casi 400 nietos robados, que todavía viven con su identidad falseada.


¿Qué recomendaciones le haría a los periodistas que van a entrevistar a víctimas?


Entrevistar a víctimas siempre es un tema complejo, porque la memoria es un material delicado y más cuando se relaciona con un hecho traumático. Sus huellas se inscriben en la historia personal de un modo que los periodistas ignoramos y no podemos abarcar en profundidad en el corto tiempo que pasamos con las víctimas.


  • Hacer un intenso trabajo de investigación, archivo y campo antes de ir a la entrevista. Llegado el momento, esa persona no tendrá que empezar el relato de cero. Hay que leer todo lo que se pueda, reunir información de contexto, consultar a otras personas y acceder a los expedientes, si el caso está judicializado.


  • Acercarnos a la víctima con materiales que le permitan hacerse una idea del medio para el que estamos trabajando y cuál es el tipo de nota para la que usaremos el testimonio.


  • Tener la suficiente paciencia, intuición y conocimiento del tema como para reconocer cuándo es el momento adecuado para acercarse a una víctima. Se necesita tiempo y cuidado para abrir ciertas heridas sin hacerlas doler. ¿Por qué alguien va a querer confiar su pena más honda a un periodista ansioso y apurado?


  • Recordar nuestro rol. Las víctimas que no están habituadas a tratar con periodistas a veces, cuando entran en confianza, se olvidan que lo que nos cuentan saldrá publicado. Ante la duda, chequear si esa víctima realmente desea dar a conocer algo que dijo en determinado momento.


  • Encontrar un tiempo y espacio propicio para la reflexión. Apelar a preguntas abiertas.


  • Aprender a escuchar: concentrarse en el relato de la víctima implica apagar el celular, dejar de pensar en el cierre de la nota. Se requiere de una actitud de entrega para poder entrar en trance con esa persona, su tragedia y su memoria.


  • Saber cuándo es el momento de callar y no interrumpir. Muchas veces, desgrabando, escucho cómo interrumpí a la víctima que me estaba por decir algo importante, o percibo cómo esa interrupción rompió un clima y me quiero morder la lengua.


  • Saber reconocer cuándo es el momento de parar. Proponer una pausa si la víctima está sobrepasada por sus emociones o percibimos que no es el momento adecuado.


  • En determinadas situaciones, tomar notas o tener una charla puede ser menos intimidante que encender un grabador. Si puede ser a solas, mejor.


  • Ir al encuentro munidos de datos que puedan ser de utilidad a esa persona, si está en situación de riesgo o necesita ayuda.


¿Qué lecciones o aprendizajes le ha dejado el cubrimiento de hechos sobre memoria histórica?


Uno de los grandes aprendizajes es entender la memoria como un lugar de profundas disputas de sentido, desde lo macro a lo micropolítico y personal. ¿De quién es la memoria? El grado de disputas de sentido que se dan en torno a los relatos de los años 70 en la Argentina es tal, que el ejemplo más grosero data de hace poco: periodistas predicaban en televisión “Basta de hablar de los años 70!”. Es curioso que desde el periodismo se puedan decir estas cosas, cuando todavía estamos tratando de saber dónde están esos 400 nietos robados que falta localizar, hay muchas familias que no lograron encontrar los restos de sus desaparecidos, y muchos represores que aún no han sido condenados. Además, quién puede arrogarse el derecho de decir sobre qué hay que hacer memoria y qué no. Hay un texto bellísimo de Ryszard Kapuściński donde el periodista se pregunta si los medios de comunicación trabajan más para la información o para el silencio: “¿qué abunda más: lo que se dice o lo que se calla?", dice. El silencio también construye memoria.


Y después está el problema de los testimonios: ¿ante versiones controvertidas, cuál es el relato que prevalece? ¿Cómo diferenciar testimonio, memoria y criterios de verdad? Y cuando transcurre mucho tiempo desde los hechos que queremos reconstruir, ¿cómo diferenciar memoria de imaginación? Paul Ricoeur en sus estudios fenomenológicos sobre memoria, habla de esa confusión entre rememorar e imaginar, y concluye que sin embargo “no tenemos nada mejor que la memoria para asegurar que algo pasó antes de que nos hagamos un recuerdo de eso”.


En Colombia los periodistas hemos empezado a hacer memoria de 50 años de conflicto ¿cuáles considera deben ser los temas que no debemos perder de vista, de acuerdo a su experiencia?


Me atrae muchísimo cómo se trabaja el tema memoria en Colombia. Pero el conflicto no ha terminado y no es un detalle menor porque eso afecta los procesos de memoria y justicia.


Argentina ha recorrido un camino en eso, logrando condenar a los genocidas en tribunales comunes. En el taller que hicimos en Medellín trabajamos con los capacitadores -Roberto Herrscher y Pablo Díaz Espi- en una revista, el Retrovisor, y en una de las notas que hicimos una víctima nos decía: “¿cómo voy a ponerme a hacer memoria si el conflicto para mí no ha terminado?”. Era una mujer a la que estaban por rematarle la casa por una hipoteca de su madre, que había sido secuestrada y ejecutada, junto con varios miembros de la familia, más de 20 años atrás. Uno puede dar voz a la víctima pero también debe buscar los lazos de esa historia con la Justicia. Darles voz y también poder. Ya fueron marginadas y avasalladas, entonces quizás podemos preguntarnos ¿Cómo construimos relatos que aporten de algún modo a que puedan reintegrarse? ¿Cómo acompañarlas desde las notas el pedido de Justicia y reparación?


Creo que es importante encontrar la particularidad de cada historia sin estereotipar a las víctimas, contarlas desde un lugar activo, donde sus memorias sirven al proceso de resistencia y reconstrucción. Sin olvidar el contexto: decía Builes, del Centro Nacional de Memoria -quien nos visitó en aquel taller- "mostrar el horror descontextualizado puede concitar odio antes que repudio y reflexión". Sobre el periodismo y las víctimas aprendo, por ejemplo, del trabajo de Patricia Nieto, y me incomoda, porque cada vez que la leo siento: eso que les pasa es, de algún modo, mi problema también.


Por otro lado, me impresiona cómo tantas personas en Colombia perciben el conflicto alejado de sus vidas. Te ponés a hablar y casi todos tienen alguna historia personal impactante de lo mucho que afectó a sus familias o amigos. En ese sentido, en la Argentina hay bastante consenso acerca de que todos fuimos víctimas del terrorismo de Estado. Y la emoción colectiva por la restitución del nieto de Estela de Carlotto creo que también tuvo que ver con eso: con que más allá de miles de diferencias, es algo que nos afectó a todos.


Nota. Si quieres conocer más sobre el cubrimiento de temas de memoria histórica e interactuar con María Eugenia Ludueña no dudes en participar en el VIII Encuentro de Periodismo de Investigación organizado por Consejo de Redacción ¡Inscripciones abiertas!.

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